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Una película argentina muestra cómo hacer pasar por suicidio el homicidio de un testigo

25 ene 2015

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 -En Los últimos días de una víctima, un sicario asesina a un testigo que complica al poder de turno y debía declarar al día siguiente a las 15.00 horas. ¿La puerta del baño? Cerrada. En medio de las dudas e interrogantes por la muerte del fiscal federal Alberto Nisman, una escena de la película Los últimos días de la víctima (1982) de Adolfo Aristarain explica claramente como es el trabajo de los asesinos a sueldo para “crear suicidios”
 y hay varios que le encuentran similitudes con el caso Nisman .video
   En medio de las dudas e interrogantes por la muerte del fiscal federal Alberto Nisman, una escena de la película Los últimos días de la víctima (1982) de Adolfo Aristarain explica claramente como es el trabajo de los asesinos a sueldo para “crear suicidios” y hay varios que le encuentran similitudes con el caso Nisman. Protagonizada por Federico Luppi y Soledad Silveyra, la película basada en la novela homónima de José Pablo Feinmann muestra una clara escena de como un sicario realiza un homicidio y prepara la escena de manera tal que parezca que un hombre se quitó la vida. 
El argumento sigue los pasos de asesino a sueldo que trabaja para importantes sectores del poder quienes le señalan diferentes víctimas. Uno de los trabajos solicitados a Raúl Mendizabal, interpretado por Luppi, es el de eliminar a un tal Kulter y el film gira en torno a eso. Sin embargo, otra de las tareas que realiza Mendizabal al inicio de la película es asesinar a Carlos Ravenna (Julio de Grazia), quien es un financista acusado de maniobras fraudulentas y que, con su muerte, varios poderosos políticos resultarán beneficiados. 
En el largometraje, Ravenna es el tema central de todos los medios e iba a dar una conferencia de prensa a las 15 pero apareció muerto el día anterior. Una gran coincidencia con el caso Nisman. 
Tal como se ve en detalle en la escena, el personaje de Mendizabal ingresa al departamento de Ravenna, lo encara, le hace abrir la caja de seguridad y lo desmaya. Con el arma del financista en la mano, luego de desnudarlo y colocarlo en una bañadera, el sicario le dispara en la sien a la distancia precisa para que no parezca un homicidio. Con la víctima ya muerta, el asesino comienza a armar la escena del crimen de modo que todo indique que fue un suicidio, a punto tal que logra cerrar la puerta del baño desde el lado de afuera, para aparentar que no entró nadie. (*) De la redacción de Perfil.com
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